PAZ DE GÉNERO

Viernes, 17 de Julio de 2020

Tenía muchas ganas de hablar de este tema. Miento. Más que hablar, vivir este tema, manifestarlo, ¡disfrutarlo! Y es que llevo demasiados años escuchando hablar sobre la violencia de género y la lucha de géneros dentro de uno de los ámbitos en que me desenvuelvo. Pero hablar desde esta perspectiva pacifista implica hacerse algunas preguntas.

¿Se han preguntado por qué, con tanta educación por la igualdad, tanto estímulo al feminismo, tanto dinero invertido y tantas medidas disuasivas en todo el mundo, algunas, incluso, sacrificando artículos de la Constitución (como en el caso de España), no se consiguió reducir el número de muertes por violencia de pareja? Si se supone que ese era el objetivo, ¿por qué tan estrepitoso fracaso?

En los Estados Unidos, el 45% de las mujeres declaró haber sido víctima de alguna agresión por parte de su pareja. Y en Latinoamérica el porcentaje es de un 53%, según datos de la ONU. En Europa y la Unión Europea, la situación es solo levemente mejor. El índice de mujeres atacadas está entre el 20% y el 25%. Llama la atención que la mayor cantidad de denuncias de agresiones de género se concentra en dos países nórdicos: Finlandia y Suecia. Y llama la atención porque en esas sociedades la mujer ha alcanzado reivindicaciones muy superiores a las de otros lugares del planeta. Son datos publicados en este artículo https://lamenteesmaravillosa.com/esta-aumentando-la-violencia-genero-mundo/ , donde se hacen la misma pregunta: ¿Qué está pasando? ¿Por qué si ya han evolucionado las legislaciones, las mujeres de todo el mundo siguen siendo objeto de malos tratos?

En mi opinión la respuesta es múltiple, aunque todas están relacionadas:

1º) Se confunde violencia de género con violencia de pareja, fenómenos distintos que requieren abordajes distintos.

2º) El discurso de género sigue alimentando la cultura patriarcal, sustituyendo al hombre por el Estado: no quieren que el hombre sea protector, pero sí que el Estado entregue protección y beneficios especiales a la mujer, como la ley de paridad, que supone, implícitamente, concebir a la mujer como incapaz, débil o minusválida, sin posibilidad de alcanzar lo mismo que un hombre por méritos propios.  

3º) Se descarta el protagonismo de anomalías emocionales como los celos patológicos que debe ser tratados en cada afectado/a. Olvidan que el machismo se apaga cuando apagas el motor que lo alimenta.

4º) Se combate sólo la violencia de pareja ejercida por hombres, enviando un mensaje ambiguo a las nuevas generaciones sobre lo inaceptable de la violencia en cualquier dirección.

5º) Se fomenta la igualdad y la liberación de la mujer sin considerar los celos patológicos de los hombres, con lo que el celoso se ve provocado, algo que explicaría la alta prevalencia en los países del  norte de Europa (más liberales e igualitarios) y la baja prevalencia en los países del sur (más machistas). De hecho, una estadística del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia revelaba que Finlandia tenía casi el doble de feminicidios que España.

6º) Como digo en mi libro “Amar bien, un desafío individual”, la sensibilización no debe focalizarse en la maldad o vulnerabilidad intrínseca de nadie por su género. La vulnerabilidad es algo mucho más energético y psicológico que físico y, además, si lo pensamos bien, se puede “matar” a alguien de muy retorcidas formas sin mancharse las manos de sangre ni ejercer fuerza física.

7º) Se olvida por completo el poder de las palabras y la ley de atracción, de modo que las campañas se enfocan en un lenguaje bélico y violento que amplifica el problema, victimizando más a las mujeres y estigmatizando a los hombres, logrando, únicamente, azuzar el fuego del conflicto.

Y a este último punto se refiere el título que puse a esta columna, porque es algo que podemos observar y modificar todos en nuestro discurso cotidiano.

Conocemos campañas muy costosas e impactantes para “luchar contra” la violencia “de género”. Casi todas, si no todas, contienen un mensaje de “amenaza” y “desprecio” hacia la persona agresora. Sin embargo, enfocarse en lo malo atrae más de lo malo y utilizar un lenguaje negativo, refuerza lo negativo. Por eso, una campaña útil, en lugar de emplear el “contra” que invoca aquello que rechazamos, ha de preferir el “por”, que evocaría lo deseable. Alguien dijo una vez “no me llamen a una marcha CONTRA la guerra, llámenme a una marcha POR la paz”. Este uso del “POR” nos obliga a focalizarnos en el estado deseable, a visualizarlo, a concebirlo y de ahí, a vibrar en la emoción de que es alcanzable, de que en algún plano ya es real, activando el magnetismo que lo atraerá a nuestra vida. Desterrando el “contra” de nuestro discurso y asociándonos al “por”, adoptaremos a un socio asombrosamente efectivo para nuestros fines.

Con ello, hablemos entonces del respeto en la pareja, del amor intrafamiliar, de las relaciones benevolentes, del buen-trato y de la paz de género.

 

 

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COMENTARIOS

ANGÉLICA ARANCIBIA. 17/07/2020.

"Paz" de género, qué buena palabra, eso es. Pues dicen que la paz es una señora que jamás anda sola, va de la mano con la justicia y el perdón. Es un círculo elevadísimo, y la palabra paz es tan alta que por si sola atrae s sus hermanas. De la conciencia en el amor se desprenden la paz, la justicia y el perdón, los budistas también incluyen a la compasión. Cuando estas tres personas reinan en nuestro interior y por equilibrio en el exterior, ya no es necesario el feminismo ni todas las medidas disuasivas a las que te refieres. Gracias por la entrega y la buena voluntad de escribir tus conocimientos y entregarlos.

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